La obra muestra un crucifijo sumergido en un tanque lleno de la propia orina del artista.
Serrano ha dicho respecto a la controversia que nunca buscaba ofender ni lo había pensado a la hora de crear la obra, ya que él mismo es católico y seguidor de Cristo.
La imagen final muestra un crucifijo sumergido en lo que en apariencia parece ser un líquido amarillo.
[13] La polémica llegó más tarde cuando la obra fue expuesta en 1989 con grandes detractores, incluyendo Senadores de Estados Unidos como Al D'Amato y Jesse Helms, indignados porque Serrano vendió la obra por quince mil dólares.
Días después la obra recibió ataques diversos, entre ellos, de dos jóvenes que la atacaron con un martillo.
[19] En una ocasión se debió cancelar la exposición al haber además un Rembrandt en la misma, por la seguridad de ambas obras.