En su gran mayoría son representaciones humanas, aunque algunas de ellas llevan grandes penachos en la cabeza.
También se encuentran manos dibujadas casi siempre de adultos, probablemente masculinos.
Las primeras investigaciones en este sitio arqueológico fueron realizadas en 1889 por el científico salvadoreño Santiago I. Barberena, quien describió algunas características de la pintura rupestre.
[2] En 1972, el arqueólogo alemán Wolfgang Haberland realizaría excavaciones en los alrededores, que aportarían datos sobre la conservación del sitio y de las pictografías.
Más adelante, n 1996, la arqueóloga Elisenda Coladan realizaría calcos y fotos de las pinturas rupestres en un 10 % del abrigo rocoso.