[1] Su narración ofrece muchos paralelos con la curación del ciego de Betsaida en Marcos 8:22-26.
La liturgia de la Iglesia recogió durante un tiempo estos signos en la ceremonia del Bautismo, significando que Cristo abre los oídos del hombre para escuchar y aceptar la palabra de Dios: «El sacerdote, por tanto, te toca los oídos para que se te abran a la explicación y sermón del sacerdote.
Antes, lo había prohibido en la curación de un leproso (1,44) y en una resurrección (5,43); ahora lo hace con un sordomudo (v.
San Marcos recoge el mandato del silencio en todos estos lugares para recordar que Jesús quería que se entendiera su misión de Mesías a la luz de la cruz.
San Agustín, al observar la aparente contradicción entre el mandato de silencio de Jesús y la desobediencia del sordomudo, dice que de esta forma el Señor quería mostrar a los perezosos con cuánto mayor afán y fervor deben anunciarlo a Él aquellos a quienes ordena que lo anuncien, si aquellos a quienes se prohibía hacer publicidad eran incapaces de callar» [4][5]