En el versículo 14, la expresión "la abominable desolación instalada donde no debe" hace referencia a un pasaje del Libro de Daniel (Daniel 9:27) que, según todos los indicios, se refiere, en lenguaje figurado, a la erección en 167 a. C. de un altar dedicado a Zeus por el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes.
El redactor del evangelio puede referirse, entonces, a la colocación de los estandartes romanos (a los que se ofreció, según refiere Flavio Josefo, sacrificios) en el recinto del templo.
Esta posición es defendida por Gunther Zuntz, Tresmontant, César Vidal,[2] Gerardo Sánchez,[3] John A. T. Robinson,[4] William Ramsay,[5] Craig L. Blomberg,[6] J. A. García Muñoz,[7] Everett, F. Harrison,[8] Maurice Casey[9] y Jonathan Bernier,[10] entre otros.
[11] También se ha considerado que si se tratase de una profecía post eventum el autor podría haber aportado más detalles como, por ejemplo, aludir al incendio del templo (la lectura del capítulo 13 parece sugerir una demolición cuando el templo fue incendiado, quizás accidentalmente)o haber descrito el cumplimiento de la profecía, especialmente si se considera que en las profecías post eventum se describe su cumplimiento, como en Juan 21:18-19 (profecía post eventum sobre la muerte de Pedro) y en Hechos 11:28 (probable profecía post eventum de un período de hambre que aconteció con Claudio) G. THEISSEN y N. H. TAYLOR, han sugerido que el "pequeño apocalipsis" parece responder a la situación creada al final del reinado de Calígula, cuando el emperador, en el invierno del año 39 al 40 mandó a su legado de Siria que le erigiese una estatua en el tempo de Jerusalén.
El conflicto con Roma pareció entonces inevitable y esa situación es la que se refleja en dicho capítulo.