La Declaración de Nueva York sobre los bosques es una declaración política voluntaria y no vinculante que nació del diálogo entre gobiernos, compañías y sociedad civil, estimulado por la cumbre sobre el clima del Secretario General de las Naciones Unidas celebrada en Nueva York en 2014.
Entre los primeros se encuentran los países miembros de la Unión Europea, Canadá, Japón, Kenia y Etiopía.
Los gobiernos de Alemania, Noruega y el Reino Unido expresaron en un comunicado conjunto su decidido apoyo a la declaración, comprometiéndose a «fortalecer las asociaciones existentes con países forestales y crear otras nuevas para diseñar estrategias de crecimiento verde, en las que las principales empresas del sector privado saquen la deforestación de sus cadenas de suministro, y en las que el sector financiero, la sociedad civil y otros países donantes alineen los incentivos y transformen los mercados para evitar la destrucción de los bosques», junto con un compromiso financiero para financiar hasta 20 programas nuevos, siempre que para ellos los países en desarrollo hagan propuestas robustas y creíbles.
[4][5] Algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) también han destacado las limitaciones de esta declaración.
[8] En 2019 se constató que la deforestación no solo no se había reducido, sino que había aumentado un 46 %ː cada año se perdían 26,1 millones de hectáreas de bosque, una superficie equivalente a la del Reino Unido.