Declaración de Seneca Falls

Once de las decisiones fueron aprobadas por unanimidad y la número doce, la que hace referencia al voto, por una pequeña mayoría.

Por lo que en Europa Occidental surge un movimiento innovador, el humanismo, un conjunto de aspiraciones intelectuales, políticas y religiosas que fueron influenciadas por todos los países europeos al romper las costumbres medievales.

[6]​ Tras conseguir la independencia, en la segunda mitad del siglo XVIII y XIX, los norteamericanos cobraron una gran fuerza con el fin de reforzar el país y conseguir de algún modo una significación a su nueva nación.

La prostitución, por ejemplo, fue uno de los problemas más elevados, por lo que se crearon numerosas organizaciones con el fin de paralizar la prostitución, entre ellas, cabe destacar, la Sociedad Reformista Femenina Neoyorquina, creada en el 1834 por Lidia Finney.

[7]​ Sin embargo, cuando se produjo el abolicionismo en Estados Unidos se alteró las tradiciones y el pensamiento público, lo que permitió a muchas mujeres construir una vía para acabar con la discriminación y alejarse de lo doméstico.

No obstante, cuando una larga cadena de abusos y usurpaciones, que invariablemente persiguen el mismo objetivo, muestra la intención de someter a la humanidad a un despotismo absoluto, el deber de esta consiste en derribar semejante gobierno y prepararse a defender su seguridad futura.

Al emprender la gran tarea que tenemos ante nosotras, vislumbramos no pocas interpretaciones erróneas, tergiversaciones y escarnios, para conseguir nuestro objetivo debemos utilizar todos los medios a nuestro alcance.

DECIDIMOS: Que la misma proporción de virtud, delicadeza y refinamiento en el comportamiento que se exige a la mujer en la sociedad, sea exigido al hombre, y las mismas infracciones sean juzgadas con igual severidad, tanto en el hombre como en la mujer.

DECIDIMOS, POR TANTO: Que habiéndole asignado el Creador a la mujer las mismas aptitudes y el mismo sentido de responsabilidad que al hombre para que los ejercite, a ella le corresponden el derecho y el deber de promover las causas justas con medios también justos; y, especialmente en lo que se refiere a las grandes causas de la moral y la religión, le corresponde el derecho a enseñar, con él, a sus hermanos, tanto en público como en privado, por escrito y de viva voz, mediante todo el instrumento útil, y en toda asamblea que valga la pena celebrar; y, siendo ésta una verdad derivada de los principios divinamente implantados en la naturaleza humana, cualquier hábito o autoridad, moderna o con venerable pretensión de antigüedad, que se oponga a ella, debe ser considerada como una evidente falsedad, contraria a la humanidad.

Nombres de las mujeres y los varones firmantes:[1]​ Los hombres que firmaron a favor del movimiento:

Capitolio. Monumento a Lucretia Mott, Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony