La oposición política seguía siendo demasiado débil como para poner en peligro la estabilidad del sistema político del llamado Movimiento Nacional, pero se hacía notar principalmente en tres sectores: una Universidad en la que abundaban las protestas estudiantiles; el movimiento obrero, que se infiltraba en los oficiales sindicatos verticales y convocaba huelgas a pesar de la represión policial; y los movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco.
Allí residía en casa de una hermana e inició una relación sentimental con una joven del lugar.
[3] El joven y sus dos amigos habían decidido desplazarse a Francia para ver la película El último tango en París, prohibida todavía en España por la censura de la dictadura del general Franco.
La noche del sábado no regresaron a dormir, ni tampoco el domingo; pero fue la ausencia al trabajo el lunes de Humberto y Fernando lo que realmente alarmó a sus familiares y amigos.
En un primer momento temieron que podían haberse despeñado con el automóvil en algún acantilado.
La desaparición de los tres hombres es relacionada con ETA por primera vez poco más tarde en unos panfletos anónimos que circulan por el País Vasco.
[10] Aunque las familias de los desaparecidos ejercitaron acciones penales en España, la investigación judicial nunca llegó a esclarecer los hechos.
La senadora Rodríguez se dirigió al entonces Ministro del Interior Jaime Mayor Oreja pidiendo información sobre el asunto y, al no obtener respuesta, formuló una pregunta oficialmente en una sesión parlamentaria.
Para esa fecha, ETA ya había asesinado al presidente del Gobierno, el almirante Carrero Blanco.
El cadáver del joven habría sido arrojado al mar esa misma madrugada.
[9] Semprún estuvo a punto de pagar caro su trabajo informativo en este y en otros asuntos relacionados con ETA.
Según Rojo, a la salida del cine los tres españoles habrían entrado en una discoteca llamada Lycorne.
Los tres hombres jóvenes vestidos con chaqueta y corbata que hablaban castellano con claro acento gallego habrían sido identificados erróneamente como policías españoles camuflados.
Allí, Humberto Fouz les habría plantado cara recibiendo, como consecuencia, un botellazo en la cabeza que le dejó malherido.
Allí, con plena impunidad, los etarras habrían torturado durante horas a sus víctimas intentando sonsacarles información acerca de lo que la Policía española sabía sobre ETA.
Los autores del reportaje basaban el mismo en la información proporcionada por un comunicante anónimo que se identificó como alguien muy cercano a ETA en los años 1970’.
[19] A raíz de la información, la Fiscalía solicitó la reapertura del caso, investigación que correspondía a la Audiencia Nacional, si bien reconocía que probablemente el crimen habría prescrito dado el tiempo transcurrido.
Fouz habría quedado tan malherido por el botellazo que podría haber muerto a consecuencia del golpe.
Ello podría convertir los asesinatos en meros delitos comunes no amparados por la amnistía.
[21] Además, dicha ley no tiene aplicación en Francia, país en el que habrían ocurrido los hechos.