Factores biológicos, como la genética, la evolución, la forma particular en un funcionamiento del cerebro y la manera en incide el comportamiento.
La perspectiva evolutiva rastrea el origen de la personalidad y la individualidad desde que los primeros humanos recién aprendían a funcionar en grupos sociales complejos.
Un pequeño paso de diferenciación que luego condujo a la personalidad y al individualismo fue la división del trabajo.
Esta diferenciación se volvió adaptativa ya que aumentó la funcionalidad de los grupos.
Los primeros humanos continuaron desarrollando su personalidad e individualismo según su grupo y las interacciones sociales que tenían.
Actualmente, las perspectivas sobre la vida que integran hallazgos teóricos y empíricos dominan las investigaciones literarias.
Un ejemplo de cómo el ambiente puede regular la expresión de un gen es el hallazgo realizado por Heath, Eaves, y Martin (1998) el cual indicaba que el matrimonio era un factor protector contra la depresión en gemelos genéticamente idénticos, a tal punto que la heredabilidad de la depresión era tan baja como 29% para un gemelo casado y tan alta como 51% para un gemelo no casado.
Las interacciones entre predisposiciones genéticas y el ambiente son un factor esencial en el desarrollo de la personalidad.
Los tres tipos de interacciones entre genética y ambiente son los activos (proceso por el cual los individuos con ciertos genotipos seleccionan y crean entornos que facilitan la expresión de esos genotipos), los pasivos (proceso por el cual los padres genéticos proveen tanto los genes y las primeras influencias ambientales que contribuyen al desarrollo de cierta característica en sus hijos), y los reactivos (proceso por el cual individuos que no son familiares responden de formas características al comportamiento producido por un genotipo).