El desafío del Dios maligno fue desarrollado en longitud y en varios formatos por el filósofo Stephen Law.
[6][7] John Zande, en 2015, extendió la idea[8] y la desarrolló de un modo que Stephen Law consideró intrigante.
En consecuencia el teísta se enfrenta un dilema: aceptar que ambas respuestas (para el problema del mal y del bien) son igualmente poco convincentes, y por tanto quedar inerme frente al problema del mal; o aceptar que ambas respuestas son igualmente válidas, al considerar tan plausible la existencia de un ser omnipotente, omnisciente y omnimalevolente como la de uno omnibenevolente.
Max Andrews argumentaba que Law se basaba en una noción metafísica del mal como una realidad positiva igual y opuesta al bien.
[16] John Zande argumentaba que el Dios maligno, identificado como un ente metafísicamente necesario y máximamente poderoso que no comparte su creación con otros espírirtus similares, no es, como proponía Andrews, máximamente egoísta, odioso, vengativo u hostil, sino que es intensamente pragmático y completamente observante de sus necesidades, promoviendo, defendiendo e incluso admirando a la vida en su naturaleza egoísta.