[4] Agustín creía en la existencia de un infierno físico como un castigo por el pecado, pero afirmó que aquellos que elegían aceptar la salvación de Jesucristo irían al cielo.
[6][7] Agustín también influyó en Juan Calvino,[8] quien apoyó la opinión de Agustín de que el mal es el resultado del libre albedrío y argumentó que el pecado corrompe a los humanos, que requieren de la gracia divina para una guía moral.
[10] Por otra parte, un teólogo del siglo XVIII Francesco Antonio Zaccaria criticó el concepto de mal de San Agustín por no lidiar con el sufrimiento humano.
[12] El filósofo del siglo XX John Hick criticó la teodicea declarando que los animales sufrían antes de la existencia del ser humano y que el pecado no es heredado.
[5] Él presentó una teodicea alternativa que considera el mal como necesario para el desarrollo de los seres humanos; teólogos del proceso han sostenido que Dios no es omnipotente y, por tanto, no puede ser responsable del mal.