En el entorno abundan los afloramientos graníticos que en su momento proporcionaron la materia prima necesaria para edificar el sepulcro.
También se ha especulado con su ubicación estratégica en relación con caminos y zonas de paso.
[7][2] La utilización continuada del dolmen y los diversos expolios que ha sufrido impiden establecer una estimación del número de cadáveres que llegó a albergar, o las características de los ajuares funerarios completos.
Junto a pequeños fragmentos de hueso, carbonizados por los fuegos realizados con posterioridad, la excavación arqueológica del dolmen proporcionó diversos objetos, aunque descontextualizados.
[2] El conjunto megalítico ha sido reutilizado en diversos períodos históricos, pues fue usado como vivienda en época romana y medieval, algo que afectó irreversiblemente a los enterramientos y ajuares que se depositaron originalmente en su interior.
Mélida lo visitó en 1908 y 1912, tras lo cual consiguió que en 1931 fuera declarado Monumento Nacional.
[13] Su excavación sistemática se produjo entre 1957 y 1958 bajo la dirección del arqueólogo turolense Martín Almagro Basch.