El efecto punta fue descubierto por Benjamin Franklin, quien lo ilustró en su obra de 1753, Almanaque del pobre Richard.
Para realizar dichos experimentos, Franklin lanzaba una cometa de seda, con una punta metálica en la parte más alta, unida a un cordel también de seda.
Del cordel colgaba una llave, que unía el dispositivo con tierra (carga eléctrica neutra), provocando así la descarga del rayo.
Debido al "efecto punta" cuando nos encontramos en una tormenta de rayos no debemos levantar los brazos hacia arriba y no se deben despegar demasiado del cuerpo, ya que podríamos acumular carga en nuestro cuerpo, y por efecto punta podríamos atraer la descarga de un rayo.
En estos casos lo más recomendable es colocarse de rodillas y pegar los brazos al cuerpo, para estar al máximo contacto con el suelo (tierra) y en caso de no perder nuestra carga con el suelo, no inducirla con nuestros brazos.