El éxito de Nijinsky en este paso a dos romántico, que al mismo tiempo es una pieza de bravura para el protagonista masculino, fue espectacular y el ballet quedó unido para siempre a su nombre y su leyenda.
[2] La idea para el ballet se debe al poeta francés Jean-Louis Vaudoyer que, para conmemorar el centenario del nacimiento del romántico francés Théophile Gautier, se inspiró en unos versos de este: Je suis le spectre de la rose/que tu portais hier au bal (Soy el espectro de la rosa/que ayer llevabas en el baile).
[3] Una joven regresa a su habitación de un baile y recordando los momentos felices de la velada se queda dormida en un sillón con una rosa en la mano.
Entonces la joven despierta y con la rosa en la mano se acerca lentamente a la ventana abierta.
[4] Este ballet que según la crítico de The New Yorker, Arlene Croce,[5] es un "non stop allegro solo", que exige del bailarín un máximo de virtuosismo y de resistencia, está tan unido a la leyenda de Nijinsky que no se repone a menudo.