En 1619, Gregorio Fernández entrega a la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz un paso que representa el Azotamiento, y que podía estar compuesto por hasta siete figuras.
Se cree que el imaginero únicamente esculpió la figura principal, reservando a los oficiales de su taller los sayones, con lo que la calidad de éstos contrastaría con la belleza del Cristo.
Al año siguiente, gracias a la catalogación que llevó a cabo Juan Agapito y Revilla, se descubrió que se trataba de sayones procedentes del paso Camino del Calvario, realizado por Gregorio Fernández hacia 1614.
La imagen destaca por la perfecta anatomía, a tamaño natural, por el realismo de sus heridas y llagas en la espalda (realizadas con corcho humedecido en barniz) y por el estilizado paño de pureza con pliegue al vuelo.
La tradición afirma que al terminar Gregorio Fernández de esculpir esta magnífica talla, cobró vida y le preguntó al escultor: ¿Dónde me miraste, que tan bien me retrataste?, a lo que Gregorio Fernández respondió: En mi corazón, Señor.