En este desorden de la memoria, domina una imagen pero que no logra situar en su contexto: la nieve y el lila.
Manuel no tendría la solución hasta mucho más tarde, en 1956, pero por el momento su existencia le pareció una especie de desmayo aterrador.
En su estudio sobre las imágenes femeninas en la obra de Jorge Semprún, María Liénard Ortega aborda su presencia e importancia en El desmayo.
[3] La imagen de la muerte, asociada a una mujer amada y deseada, también se encuentra en esta historia.
Esta dualidad entre mujer y muerte que aparece desde el título, El desmayo, contiene tanto a Ève (en su forma hispánica Eva) como a la idea de la caída que provocará una pérdida de conciencia o 'pequeña muerte'.