Significa que cuando el objetivo final es importante, cualquier medio para lograrlo es válido.
[1] La frase es atribuida principalmente al filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, aunque en realidad su origen es controvertido, siendo atribuida también a Ignacio de Loyola, Thomas Hobbes,[2] Napoleón o Hermann Busenbaum.
[3] Varios escritores jesuitas elaboraron textos cuyos contenidos han sido interpretados por algunos críticos como apología de que «el fin justifica los medios».
[4] Diversas personas han defendido a la Compañía de Jesús y alegan que los jesuitas jamás enseñaron que se puedan emplear medios inmorales para obtener un buen fin.
[4] En el Catecismo de la Iglesia Católica se especifica que «El fin no justifica los medios».