El rey leñador

Krosiac dudó, pero como no tenía nada que perder en aquel momento, aceptó.

Se casó con ella y tuvo dos hijas, pero siempre se mantuvo distante, intentando no encariñarse demasiado ante la posibilidad de que un día la bruja apareciera para llevarse a una de ellas.

Sin embargo, eso no sucedió y el tiempo transcurrió hasta que finalmente nació su nieta, Berisa.

Krosiac la buscó tan incansable como inútilmente, pues no la encontró.

En su lecho de muerte supo que la bruja se había cobrado su parte del pacto y entonces el rey leñador recordó la advertencia que le había hecho un cuervo momentos antes de entrar aquel día en la cueva: —Aunque cien años pasen, el regalo de un malvado siempre cobra un precio elevado.