Con un gobierno que contaba con escasos apoyos y sin los fondos necesarios para reorganizar un Ejército, la situación impuso a la reina gobernadora un cambio decisivo.
Algunas personalidades que despachaban habitualmente con María Cristina se declararon explícitamente favorables a la convocatoria de Cortes.
Los propios liberales estaban muy lejos de aceptar un modelo uniforme.
Todo ello coincidía con una guerra que sobre todo afectaba a las provincias del norte.
Además había una oposición militar y social, que se oponía al liberalismo encarnado por María Cristina.