Guthrie trae a colación, como nota al pie de página, que varios autores como H. Gomperz,[1] Schmid y Understein admiten su autenticidad.
Luego, su discípulo Isócrates se verá influido por este discurso cuando deba pronunciar el suyo propio (también, Elogio de Helena).
Después, apuntando ya al meollo del discurso, agrega: “Saltando ahora sobre el tiempo aquel con mis palabras, procederé al fundamento del discurso que aguarda y presentaré las causas por las cuales era natural que aconteciera la partida de Helena para Troya.
Entonces, es justo que uno se compadezca de Helena y, en cambio, odie al raptor.
Dice, entonces: “La palabra es un poderoso soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible, lleva a cabo obras sumamente divinas, Puede, por ejemplo, acabar con el miedo, desterrar la aflicción, producir la alegría o intensificar la compasión”.
Gorgias, finalmente, después de concluir, justifica lo dicho del siguiente modo: “Eliminé con este discurso el deshonor de una mujer, me mantuve en la norma que había establecido al iniciar el discurso.
Quise escribir este discurso como un elogio de Helena, como un juego para mí”.