Siete agentes de inteligencia resultaron muertos y uno quedó gravemente herido, en el que fuera el atentado más mortífero contra la presencia española durante la guerra de Irak.
[2] El 9 de octubre, el segundo al mando del CNI, José Antonio Bernal, era asesinado en plena calle tras haber escapado en su casa del asalto de tres individuos.
[7] Este era el personal del CNI en Irak durante aquellas fechas: Personal saliente:[8] Personal entrante:[8] La mañana del 29 de noviembre, los dos grupos visitaron diversos organismos nacionales e internacionales en Bagdad, juntos porque según el CNI se incrementaba así «la capacidad de observación y la capacidad de protección recíproca».
A pesar del peligro que entrañaba un viaje en convoy por Irak, el CNI había decidido en primera instancia no llevar automóviles blindados a su misión exterior para no llamar la atención, si bien para cuando Madrid cambió de idea fue tarde, pues los vehículos estaba previsto que llegasen a principios del año siguiente.
Mantener un perfil bajo fue también la razón por la que los agentes no portaban los chalecos antifragmentación presentes en los coches.
El Cadillac perseveró en su persecución del Chevrolet, adelantando al Nissan en el proceso y abriendo fuego sobre él, de forma que mató a su conductor Martínez González, hirió de gravedad al copiloto Lucas y acribilló las ruedas del lado izquierdo del todoterreno, forzándolo a detenerse en un arcén de la carretera.
La situación de los agentes se volvía aún más desesperada cuando Rodríguez Pérez fue abatido, con sus compañeros buscando parapetos tras los cuales defenderse.
Fue entonces cuando una persona, notable entre los congregados, se dirigió hacia él y le dio un beso en la mejilla, un gesto de amistad entre los árabes locales que calmó a la multitud y posibilitó que le dejasen abandonar la zona en un taxi.
Por último, manifestaron su repulsa al suceso el papa Juan Pablo II y la OTAN.
[8] Inmediatamente después del atentado, la inteligencia española empezó a trabajar conjuntamente con sus equivalentes estadounidense y británica, así como con la policía iraquí, con el propósito de esclarecer la autoría del mismo y apresar a sus ejecutores.
Prosiguiendo la batida, fueron también puestas bajo arresto veintisiete personas sospechosas de mantener su lealtad al régimen derrocado, entre ellas algunos exmiembros de la Guarda Republicana y la Mujabarat, y la información facilitada por los primeros nueve capturados permitió añadir a la lista de participantes en la emboscada detenidos a cinco individuos más.