Endecasílabo

Don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, había intentado introducirlos ya en el siglo XV, pero su intento no había tenido seguidores.

Todo endecasílabo tiene, por definición, su acento final en décima, pero el acento rítmico (es decir, el principal para marcar el ritmo del poema) puede estar en sexta (propio) o en cuarta u octava (impropio).

La única sílaba que nunca podrá ir acentuada es la novena, pues constituiría un acento antiestrófico, pero será muy difícil encontrar un endecasílabo acentuado en quinta, ya que en la mayoría de los casos sería antirrítmico; este acento en quinta ha sido muy penalizado por la tradición literaria.

Dentro de los endecasílabos propios encontramos, en función del acento, tres tipos principalmente: En los endecasílabos impropios se identifican esencialmente el caso sáfico y el dactílico: El verso preponderante en el teatro isabelino fue llamado por los ingleses pentámetro yámbico, de diez sílabas, que se corresponde rítmicamente con un endecasílabo castellano, pero con ritmo acentual binario átona / tónica.

La métrica castellana presenta las siguientes composiciones con endecasílabos: octava real, soneto, tercetos encadenados, lira (combinada con heptasílabos), canción en estancias (combinada con heptasílabos en estrofa larga de rimas fijas); silva (con heptasílabos también, pero sin formar estrofas) y composiciones en endecasílabo suelto o blanco, entre las más usadas.