[3] Existen fuentes que nos hablan ya de aspectos relacionados con la ermita en 1372, así como del 1380 encontramos referencias del pequeño cerro de “Sent Ana”; estas fechas han ayudado a realizar estimaciones en cuanto a su edificación, la cual se debió de producir entre los siglos XIV y XV.
Es muy probable que la imagen de Santa Ana se elaborara alrededor del 1350.
Posteriormente se realizaba una fiesta para agradecerle los favores a la santa y finalmente volvía al santuario.
Es en este periodo cuando cambia la titularidad del espacio pues hasta el momento se había encontrado bajo la tutela de la propia ciudad.
No será hasta el 1977 cuando empiezo su última remodelación; ayudados los escolapios por el ayuntamiento y donaciones, se acondiciona la ermita, se acomete la instalación de luz y de agua.
[9] Pasada la Guerra, los fieles lo reformaron y cubrieron los tejaditos de las casetas que albergan las estaciones.
Estos arcos, apuntados y construidos en baldosa, contrastan con la reconstrucción barroca del siglo XVIII; tipológicamente nos recuerdan en las iglesias de la Reconquista, las cuales tenían por finalidad soportar un techo a dos aguas a la parte exterior mientras que el interior era plano y soportado por arcos que se dirigían directamente al suelo o a veces con una pequeña imposta.
Con la reconstrucción del siglo XVIII, la primera ermita integraría solo la parte presbiterial, desde donde perpendicularmente nace la actual nave que mira hacia la ciudad.
En la escala que da acceso a esta planta encontraremos unos característicos azulejos de estilo valenciano con elementos florales.
Pasando este accedemos en el edificio, una única nave cubierta por tres arcos de medio punto con lunetos que conforman tres tramos, bajo de los cuales se articulan arcos fajones que ayudan a descargar el peso.
La cornisa presenta un ritmo ondulante centrado en enmarcar tanto el inicio de los arcos fajones como el del arco triunfal, decorada con molduras con dentículos; sin capiteles, una cornisa bajo del anterior realiza la tarea que harían los primeros.
Entre el primer tramo y el segundo, tocando el pilar izquierdo, tenemos la trona, a la cual se accede a través de una escala y la planta de la cual es poligonal.
Tanto el pavimento como los escalones se encuentran decorados por azulejos donde se muestran cestas con frutos donde predominan los colores ocres y verdes como en el zócalo, mientras que el retablo neoclásico de escayola imita los mármoles de colores.
El acceso exterior en este espacio fue cegado y se abrió un de nuevo desde la sacristía.
[16] Debido a la guerra y a la escasa seguridad con la que contó la ermita durante largas etapas del siglo XX, gran parte del patrimonio mueble original ha desaparecido, hecho que ha motivado la importación de nuevas obras.
[17] Sobre la puerta ubicada a la parte derecha del presbiterio y que nos guía hacia el archivo contamos con un tondo (obra con un marco circular normalmente) renacentista al óleo de Nicolau Borràs realizado entre 1580 y el 1590.
[20] Por otro lado, un ritual perdido es el que se realizaba como patrona del crecimiento del gusano de seda: se bendecían los huevos del insecto el primer viernes de marzo –días antes de su eclosión– mientras se realizaba una oración, en la cual los fieles realizaban donativos también para que tal emprendida pudiera llevarse a cabo.