Junto a la iglesia brota una fuente llamada La Gloriosa, cuyas aguas se precipitan al vacío en airosa cascada desde la explanada del templo.
Cuenta la leyenda que, viéndose perseguida por los infieles, la santa buscó refugio en una cueva abierta donde hoy se levanta la ermita y cuyo acceso quedó de inmediato oculto por una gran tela de araña.
Elena abandonaría su escondite pasado el peligro, lugar del que brotó milagrosamente la fuente y en cuyas piedras quedaron grabadas sus plantas como si de barro se tratara.
En los siglos XVII y XVIII, particularmente en 1710, fue objeto de importantes ampliaciones, adquiriendo finalmente el aspecto que hoy presenta.
Desde el presbiterio, una puerta abre paso a la pequeña cueva en la que se enmarca la leyenda.