Esta misión reavivó la fe de los roqueteros en los cuatro días que estuvo en el municipio.
Ramón Alcaraz Yborra era pescador y, al salvarse de unos temporales, decidió construir la ermita como agradecimiento a la Virgen.
Sobre todas las pequeñas imágenes presentes en la ermita, destaca la Virgen de Fátima.
Por esa época, el Domingo de Resurrección se realizaba la procesión del Encuentro.
[5] En la historia de «El engañamuerte», acaecida en 1886 o 1887, Luis Francisco Jiménez Montoya se despertó dentro del ataúd a la altura del paraje conocido como El Ventorrillo, donde después se situaría la ermita.