China fue introducida a las enseñanzas del budismo en el siglo II a. C., durante la dinastía Han de China, y definitivamente durante el siglo II.
[2] Las primeras representaciones no comenzaron como esculturas de forma humana, sino más bien como un asiento-trono vacío, estela, árbol o stupa, una forma arquitectónica que finalmente inspiró la creación de pagodas en China.
La creación de estos templos y esculturas no generó únicamente méritos alineados con su propio crecimiento personal, sino que también dio ocasión a los devotos una referencia para el culto y la inspiración meditativa.
Las esculturas con cuerpos delgados y prendas más gruesas encarnaban las tradiciones chinas por contraste a las variaciones indias que representaban grandes cuerpos y ropa transparente.
[2] Los materiales para estas esculturas también variaron desde el gres, piedra caliza, madera, cerámica, bronce dorado hasta aleación de cobre.