[1] El término, de origen italiano (sgraffiare),[2] se aplica tanto a la acción artesana como al producto resultante.
En la península ibérica, este oficio, de algún modo heredero del arte decorativo parietal, tuvo su origen en el trabajo del estuco y los revestimientos interiores utilizados por los romanos e hispanorromanos en Hispania, esta tradición pasó al arte paleocristiano y prerrománico, con la conquista islámica de Hispania pasó al arte andalusí como tantos otros elementos, los alarifes mudéjares dejaron diferentes ejemplos en Extremadura, Andalucía, Aragón, Castilla, Cataluña, Levante y Portugal.
[6][nota 1] El esgrafiado arquitectónico es una técnica muy antigua que utilizaron ya las civilizaciones del IV milenio a. C..
El Esgrafiado Segoviano destaca por su técnica artesanal específica, donde se emplean plantillas elaboradas con madera, metal o cartón para crear motivos geométricos y simétricos sobre una base de mortero fresco.
Esta técnica, que requiere la destreza de un maestro esgrafiador y su cuadrilla, produce un contraste decorativo al raspar la capa superior del revestimiento para revelar el color de la capa inferior, creando así diseños únicos y característicos.
Además, la rica variedad de modelos encontrados en diversas localidades de la provincia como Turégano, Coca o Pedraza, junto con la investigación histórica y técnica sobre su aplicación, subraya la singularidad y el valor patrimonial del esgrafiado segoviano frente a su contraparte genérica.