Ortega no entra a analizar esta capa porque le parece poco interesante y considera un error darle demasiada importancia en la patología nacional.
[5] Explica claramente el origen de ese movimiento: “La potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común”.
“Después de haber mirado y remirado largamente los diagnósticos que suelen hacerse de la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo, me parece hallar el más cercano a la verdad en la aristofobia u odio a los mejores”.
[9] El origen de este mal lo atribuye el autor a la falta de feudalismo en España, de un feudalismo fuerte y vital representado por los pueblos germánicos que se asentaron en Francia (los francos) y no el ensayado por los decadentes visigodos en la península ibérica.
[11] La solución, a la que apunta brevemente Ortega al final del ensayo, vendría de un imperativo que debiera “gobernar los espíritus y orientar las voluntades: el imperativo de selección”.