Es una etapa natural del ciclo de las plantas anuales y bienales, que se inicia en la prefloración y se manifiesta con modificaciones del aparato vegetativo como el alargamiento de los entrenudos.
[3] Para fructificar, la planta desvía los recursos destinados a las partes comestibles, como las hojas, o utiliza los almacenados en raíces, lo que provoca cambios de sabor y textura, marchitamiento y, en general, una peor calidad.
Las hortalizas que tienden a espigarse son las anuales y bianuales, por ejemplo, la lechuga, la remolacha, la espinaca, el apio, o el puerro.
[4] Las plantas sometidas a estrés pueden responder adelantando la floración para producir semillas antes de secarse.
El fitomejoramiento ha introducido cultivares menos propensos a espigarse.