Eugenia Martínez Vallejo

[1]​ Su madre rompió aguas un domingo estando en misa, y dio a luz allí mismo en la iglesia, lo que fue interpretado por los vecinos como señal de buen augurio.

La familia pidió entonces consejo médico aunque ni siquiera con una dieta estricta se pudo solucionar el problema de sobrepeso.

Carlos II mostró su magnanimidad con ella y la llamó a su lado para incluirla entre los servidores conocidos como gente de placer.

Este grupo estaba formado por locos, bufones, enanos y gente deforme, de los que entonces se rodeaban los reyes.

Dejaron, eso sí, como es el caso que nos ocupa, una importante huella en el arte, y por lo general tenían cubiertas todas sus necesidades en palacio.

[4]​ A la vista de los retratos, pintados por Juan Carreño de Miranda, La monstrua vestida y La monstrua desnuda, el doctor Rico-Avello dice que el trastorno que sufre Eugenia «parece responder a una distrofia neuronal hipofisiaria tipo Froelich, con electividad en la localización de la grasa, pies blandos, pequeños y dedos afilados y puntiagudos, que tampoco pasaron desapercibidos al artista».

Escultura en bronce de Avilés
Eugenia Martínez Vallejo, la Monstrua. Avilés