Sus padres fueron Eulalio Ferrer Andrés, de profesión linotipista, y Nemesia María Estrella Rodríguez.
En su juventud temprana Eulalio Ferrer fue militante socialista y participó en la Guerra civil española al lado del bando republicano; llegó a ser jefe de propaganda de las Juventudes Socialistas[1] y el capitán más joven del ejército republicano,[2] con tan solo 18 años.
Durante la estancia en los campos de concentración y el posterior viaje en barco hacia México, Eulalio Ferrer escribió una serie de diarios que varios años después se publicarían como libros testimoniales, su visión de los sinsabores del exilio: Entre alambradas (Pangea, 1987) y 41 días en el mar (MIQ, 2011).
Cuando aquel miliciano extremeño me ofreció el libro, en Port-Vendres, a cambio de la cajetilla de cigarros que llevaba, sin ser fumador, me pareció natural, sin duda ventajosos para mí.
Nunca el más grande loco de nuestra historia estuvo mejor acompañado.
En vida, pudo ver la noticia del Quijote suyo en Guanajuato, identificándolo inmediatamente.
Amante de las Letras, la Filosofía y los usos creativos del lenguaje, Ferrer deseó en su juventud ser escritor o periodista; incluso, durante el tiempo que pasó en los campos de concentración franceses organizó y acudió a clases de filosofía con maestros que, como él, eran exiliados españoles.
Esta disciplina, en algún momento, le reportaría satisfacción, fama y fortuna, debido al nivel de relevancia que tuvo para una época en la que se moldearon y consolidaron las telecomunicaciones en México, volviendo el talento de Ferrer ampliamente capitalizable.
La visión de Ferrer alejó a Casa Madero del acento norteamericano que hasta entonces seguía en su publicidad, dándole un renovado toque mexicano y nacionalista, dirigido a afectar en lo íntimo la identidad del público nacional.
Ferrer tuvo una fructífera relación profesional, primero con Emilio Azcárraga Vidaurreta (padre) y luego con Emilio Azcárraga Milmo (hijo), fundadores y propietarios de Televisa, la empresa mexicana de telecomunicaciones más relevante en el México de mediados del siglo XX, para la cual Eulalio Ferrer ideó numerosas iniciativas.
Gracias a su trabajo como publicista de vanguardia desarrolló una preclara inteligencia en los asuntos de la comunicación, la publicidad y los usos creativos del lenguaje, creando términos como ‘comunicología’ y ‘mercadotecnia’.
Su inteligencia, bagaje y dotes para el pensamiento creativo, lo llevaron a relacionarse también con las figuras más importantes de la intelectualidad mexicana Octavio Paz, José Vasconcelos, Salvador Novo, Agustín Yáñez, Juan José Arreola, Salvador Elizondo, Luis Spota, Fernando del Paso y muchísimos otros.
Con algunos intelectuales y artistas desarrolló también un vínculo que rebasó el aspecto meramente profesional, de modo que se convirtió en auténtica amistad; casos notables son los de Agustín Lara o Mario Moreno ‘Cantinflas’; este último, su compadre y amigo inseparable de toda la vida.
Debido a la coincidencia en sus onomásticos, Eulalio Ferrer se reunía cada año con Raúl Anguiano y José Luis Cuevas, festejo al que acudía siempre una nutrida y plural concurrencia.
Respecto de su vida personal, Eulialio Ferrer se casó en 1955 con Rafaela Bohorques (Valencia, 1931 - Santander, 2007), también española y exiliada en México, a la que conoció cuando ella trabajaba como secretaria en Publicidad Ferrer.
El matrimonio tuvo tres hijos: Eulalio, Ana Sara y Juan Cristóbal.
[12] A raíz de la fundación del museo dio inicio también el Coloquio Cervantino Internacional, evento anual que, hasta la fecha, reúne en el mes de mayo a numerosos cervantistas, investigadores, académicos, artistas, intelectuales y público en general.
La Biblioteca Cervantina Eulalio Ferrer (BCEF) abrió sus puertas al público en mayo de 2004.
Entre su acervo se encuentran ediciones antiguas del Quijote que datan desde el siglo XVIII, traducciones y obra crítica de tema cervantino, así como la célebre edición Calleja de 1902, en tamaño bolsillo, que acompañó a Eulalio Ferrer en su viaje de llegada a México y que inspiró en él la afición por el universo de don Quijote y Cervantes.
En 1992, la RAE, a iniciativa de Eulalio Ferrer, reconoció el verbo ‘cantinflear’ como: “Hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia”.
Por motivo de sus numerosas aportaciones para fortalecer la relación entre México y España, desde 2014 hay en su natal Santander una calle que lleva su nombre.