Si la combustión rápida ocurre en un espacio limitado, se pueden generar sobrepresiones, causando daño estructural importante a edificios y lastimando personas.
Las explosiones de polvo pueden ser clasificadas según su naturaleza en "primarias" o "secundarias".
Muchos materiales comunes que arden tales como el carbón y el serrín, pueden también generar explosiones de polvo.
Un problema similar ocurre en las serrerías y otros sitios dedicados al trabajo en madera.
Por debajo de cierto valor, es decir del límite explosivo más bajo (LEL, por sus siglas en inglés), hay sencillamente polvo insuficiente para mantener la combustión a la tasa requerida para que se genera una explosión.
Típicamente, el oxígeno atmosférico normal puede ser suficiente para mantener una explosión de polvo si las otras condiciones necesarias también están presentes.
Cuando esta mezcla de combustible y aire se incendia, especialmente en un espacio limitado como un almacén o silo, se incrementa significativamente la presión, a menudo por encima del nivel necesario para demoler la estructura.
Incluso los materiales que son especialmente seleccionados por su incapacidad para prender en fuego (como el aluminio), o de combustión lenta (como la madera), pueden producir una explosión potente cuando son divididos finamente, y pueden ser incendiados incluso por una pequeña chispa.
Muchas investigaciones se han llevado a cabo en Europa y en otros lugares para entender cómo controlar estos peligros, sin embargo las explosiones de polvo siguen ocurriendo.
Algunas industrias excluyen el oxígeno de procesos que levantan polvo, una precaución conocida como "inerting".
Típicamente esto utiliza nitrógeno, dióxido de carbono, o argón, los cuales, al ser gases incombustible, pueden desplazar el oxígeno.
El mismo método es también utilizado en tanques de gran almacenamiento en los cuales los vapores inflamables se pueden acumular.