Félix de Rávena

Fue consagrado por el papa Constantino,[1]​ pero poco después afirmó su independencia respecto a Roma.

Cuando Rávena fue capturada por las fuerzas de Justiniano II, Félix fue llevado a Constantinopla, juzgado, cegado y enviado al exilio en Jersón, un puerto situado al norte del Mar Negro en Ucrania.

[2]​[3]​[4]​ Justiniano fue depuesto en 711 y Félix retornó desde el Ponto[5]​ a Rávena.

[6]​ Fue reconocido como un gran orador sagrado y recopiló 176 sermones de su predecesor San Pedro Crisólogo.

[7]​ Habla sobre él Angello de Rávena en su Liber Pontificalis I, 137-138.