Fëa y hröa

El destino de los elfos es vivir mientras el Arda exista; están atados al mundo y no lo pueden abandonar.

Sin embargo, como con la muerte no desaparece su libre albedrío, los elfos pueden ignorar esa convocatoria de Mandos.

[1]​ Si el juicio de Mandos es favorable, el fëa puede reencarnarse, o más bien «repersonificarse», en un cuerpo idéntico al hröa previo.

Un ejemplo sería Fëanor (cuyo nombre contiene casualmente el formante fëa, ‘fuego’), líder de los noldor.

Un caso singular es el de Glorfindel, un elfo noldo que murió en batalla durante la Primera Edad del Sol, y es el único personaje al que Tolkien permitió regresar a la Tierra Media (probablemente hacia el 1600 S.

En la Cuarta Edad, el rey Aragorn (al que se llamaba también Estel), recuperó esa capacidad de sus antepasados y abandonó Arda cuando así lo deseó.