Su contribución a las ciencias exactas fue importante y sus trabajos recibieron el reconocimiento de las instituciones españolas —que lo premiaron en varias ocasiones— y de la comunidad matemática internacional.
Esta severa discapacidad física le obligó a depender de su madre, Ángela Balaguer, ya que su padre murió cuando él tenía dos años.
Después de la Segunda Guerra Mundial, entró en contacto con matemáticos tan importantes en investigación como Szolem Mandelbrojt, Jean-Pierre Kahane, Wacław Sierpiński, Yves Meyer, Paul Malliavin, Henri Mascart y Angus John MacIntyre, entre otros.
Su familia —que no escatimó esfuerzos para que pudiera ejercer la investigación— le ayudó también en su vida profesional: como Sunyer nunca pudo escribir, todos los artículos de matemáticas, con un lenguaje muy específico y fórmulas complicadas, los dictó a su madre o a sus primas, que se encargaron de trasladarlos al papel.
Actualmente, la fundación depende del Instituto de Estudios Catalanes.