Filipo de Megalópolis

La supuesta ascendencia de su padre sobre Alejandro Magno parece haberle dado los más infantiles planes de ambición.

Al estallar la guerra romano-seléucida, Aminandro llamó a su pariente para que se uniera a él en Atamania, y Filipo entregó la isla a Hierocles de Agrigento, que más tarde la traicionó a los aqueos.

Cuando Antíoco III llegó a Grecia (192 a. C.), se ganó a Filipo para sus intereses fingiendo considerarlo el legítimo heredero del trono macedonio, e incluso abrigando esperanzas de establecerlo en él; por este medio obtuvo también la fidelidad de Aminandro.

Más tarde, Filipo fue elegido por Antíoco para la tarea de enterrar los huesos de los macedonios y griegos muertos en la batalla de Cinoscéfalas, una medida con la que en vano esperaba lograr popularidad.

Cuando fue hecho prisionero por primera vez, se encontró accidentalmente con Filipo V de Macedonia, quien, burlón, lo saludó con el título real.