[1] El vocablo es un neologismo formado con el término griego φυτόν phyton «planta»[2] y el latín «remediare», este a su vez compuesto por el prefijo re, «de nuevo», «hacia atrás», y el verbo mediare «curar», «cuidar».
Esta técnica también puede tratar la contaminación por compuestos inorgánicos (metales pesados o radioisótopos).
La actividad y la biomasa microbiana son mucho mayores allí que en el suelo sin raíces.
Son liberados muchos compuestos, por ejemplo, hormonas, enzimas, oxígeno y agua.
Con mucha frecuencia, los compuestos orgánicos (xenobióticos o no) puede ser degradados y metabolizados para el crecimiento de la planta.
Aunque si se analiza el fenómeno en otras condiciones físicas (en especial sin suelo), la planta puede tener respuestas complejas ante la presencia de un contaminante hidrófobo o hidrófilo y puede responder, de diversas maneras, a los efectos tóxicos que puede ejercer.
Para ello, se puede quelatar contaminantes con ligandos específicos que disminuyen la cantidad de iones libres.
La interacción entre la fitorremediación y la biorremediación in situ (uso en el suelo de microorganismos, o sus enzimas) también se está estudiando.
El campo de la ingeniería genética orientada hacia la fitorremediación está teniendo un gran desarrollo.
Entre las plantas más utilizadas están los álamos, que tienen un rápido crecimiento, adaptación climática grande y la capacidad de absorber grandes cantidades de agua (en relación con otras especies).
Estos investigadores han descubierto un mecanismo en algunas plantas que les permite prosperar incluso cuando la concentración de la contaminación de los suelos en los que se hallan es normalmente letal para una planta no tratada.