[2] En ese año se produjo una importante inundación en la Ciudad de México.
Aparte las represas al norte y al oeste, cuyos desbordes y filtraciones dañaron a los barrios pobres, se colocaron tapias en las puertas de las casas, pero las construcciones empezaron a hundirse, el arzobispo Manso mandó quitar las que supuestamente protegían a los templos, con lo cual se conservaron.
Para fines de ese año habían perecido más de treinta mil indios y de las veinte mil familias españolas no quedaron sino cuatrocientas, pues la mayoría se habían trasladado a otras partes.
Únicamente el barrio de Tlatelolco, por su mayor altura, quedó en parte libre del agua.
El arzobispo mandó instalar altares en los balcones de las casas, para que los atribulados habitantes pudieran oír misas desde sus canoas.