Francisco Proaño Arandi

Formó parte del grupo Tzántzicos, movimiento contestatario y vanguardista ecuatoriano de los años sesenta.

Sus primeros años transcurrieron en Quito, en una casa vieja del centro histórico lo cual incidiría después en su obra.

Ella deviene instancia fundamental para comprender no solo las nuevas dinámicas urbanas; sino que concentra y expresa, en su misma configuración física, el rostro de una sociedad profundamente estratificada».

En sus filas estuvieron Ulises Estrella, Rafael Larrea, Marco Muñoz, Simón Corral, Luis Corral, Alfonso Murriagui, Euler Granda, Teodoro Murillo, Marco Velasco, Raúl Arias, Iván Carvajal, Leandro Katz, Alejandro Moreano, Humberto Vinueza, Bolívar Echeverría, Abdón Ubidia, José Ron, Antonio Ordóñez, entre otros.

[11]​ En 1972 publicó su primer libro de relatos Historias de disecadores, cuentos en donde, según se lee en la contratapa del libro, «el lenguaje va desentrañando una situación que envuelve al personaje, al país o a la ciudad».

[13]​ Doce años después vería la luz su primera novela Antiguas caras en el espejo (1984), que se hizo acreedora al Premio José Mejía Lequerica del Municipio de Quito a la Mejor Obra en Prosa.

En una entrevista con Diego Pascual el propio autor explicará esta nueva obra de la siguiente forma: «Juan Gelman […] decía que quizá la misión de la utopía sea su mismo fracaso, para dar lugar a otras nuevas.

En: Suplemento de Cultura del Diario Los Andes)[18]​ Así mismo, ese año aparece su tercera novela, La razón y el presagio.

Paul Hermann se refiere al texto como «un relato desolador en el que los secretos familiares se resisten al olvido y arrastran a sus protagonistas hacia un final insospechado» («Dudo de que el asesino sea siempre el protagonista».

[25]​ Su último libro de cuentos, Elementos dispares (2015), contiene once narraciones que, según el poeta y crítico literario Julio Pazos, «introducen al lector en el mundo misterioso y alterno que ofrece una minuciosa elaboración de arte literario».

Posteriormente sería consejero en La Habana, en donde fue secuestrado en 1981 junto al embajador Jorge Pérez Concha por un grupo de disidentes armados.

[31]​ En 1986 presenta la renuncia a su cargo en el Ministerio por estar en desacuerdo con un comunicado donde el gobierno de León Febres Cordero indicaba «no había violaciones a los derechos humanos en Ecuador» y que el entonces ministro Édgar Terán Terán pretendía lo firmé Francisco Proaño.

Sería luego nombrado ante Nicaragua, Costa Rica, El Salvador y Argentina; culminando su carrera como embajador ante la OEA cargó al cual renunció en 2010.

[32]​ Comenzando con un estilo de realismo abierto con dejes neobarrocos, Proaño Arandi refleja un contexto de un Quito que recién comienza a entrar a la modernidad y las repercusiones en la sociedad que esto pueda tener.

Rechazando características del realismo social ecuatoriano como la transcripción fonética, una escritura rural que hablaba de los sectores marginales y la denuncia de un grupo social; estas tendencias son tapadas por una introspección del individuo quiteño que comienza a tener dudas cada vez más complejas acompañadas a esa transición con la modernidad, eso junto a un profundo escrutinio de la sociedad, sus angustias, su moral, sus valores y todos los prejuicios que esta pueda tener.

Inserto donde se describe a los encargados de la revista La Bufanda del sol no. 1, junio de 1965. Archivo de FPA.
Portada de Historias de disecadores, 1972. Archivo de FPA.
Portada de la primera edición de Antiguas caras en el espejo, Premio José Mejía Lequerica 1984. Archivo de FPA.
Portada de Tratado del amor clandestino, Premio José María Arguedas 2010. Archivo de FPA.