Francisco de Burgos Mantilla

En las informaciones que se hicieron para la concesión del hábito de la Orden de Santiago a Velázquez (1658), Burgos Mantilla declaró tener cuarenta y nueve años y ser natural de la ciudad de Burgos, aunque se había trasladado a Madrid con ocho años.

Y sabía que Velázquez no había usado de su oficio de pintor más que al servicio del rey, como su pintor de cámara, sin haber tenido nunca tienda ni aparador; pero no llegaba a declararse su discípulo aunque hiciese hincapié en la «mucha noticia» que de él tenía.

Abundantes son las obras devocionales, copias en su mayoría de maestros italianos del siglo XVI, encabezados por Tiziano, en lo que parece ser su auténtica especialización —la copia de otros maestros, para lo que disponía de un elevado número de dibujos y grabados—, aunque Díaz del Valle elogie sobre todo sus retratos hechos del natural, en los que siempre, según decía, procuró imitar la «admirable manera» de Velázquez.

A este género pertenece precisamente la única obra firmada que se conserva de Burgos Mantilla, un Bodegón de frutos secos (Yale, University Art Gallery) firmado Fco.

1631, obra, por tanto, muy temprana y de intenso tenebrismo, que no permite conocer la evolución del pintor en contacto con Velázquez, pero que ha servido para que en el Museo Nacional del Prado se le atribuya un bodegón de carácter semejante.

Bodegón , h, 1630. Óleo sobre lienzo, 30 x 44 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado