Se ganó la vida en la ciudad de Lérida enseñando gramática mientras aprendía filosofía.
Desarrollaba muchas virtudes; era muy inteligente y destacaba por la prudencia a la hora de tomar decisiones.
Hizo amistad con el cardenal Domenico Capranica (obispo de Fermo) mientras estuvo en Roma.
El papa Sixto IV le nombró datario, en principio junto a Giovanni Battista Cibo durante las ausencias del titular Lorenzo Roverella y después en solitario, lo que demuestra una gran confianza puesto que se encargaba de la provisión de beneficios, las reservas de pensiones y las dispensas.
También escribió un tratado contra el tiranicidio y el derecho del papa a intervenir en los asuntos políticos de los reinos.