Los mayas que confesaron adorar ídolos se enfrentaron a severas penas, que iban desde la flagelación hasta diez años de trabajos forzados por delitos menores.
[5] Toral llegó en 1562 a una provincia que se encontraba en un gran estado de agitación.
Había una gran controversia entre los mayas y los funcionarios del gobierno secular con respecto al trato que Landa daba a los indios supuestamente idólatras.
[4] Toral quedó impactado por los métodos violento de los frailes franciscanos en su labor misionera.
[6] La desconfianza de Toral hacia los franciscanos y su impotencia para controlar a los frailes que aún ostentaban la autoridad generó una gran tensión entre él, la orden franciscana y las autoridades del gobierno local, a saber, el gobernador Luis de Céspedes y Oviedo.
El gobernador Céspedes presentó cargos en su contra por usurpar la jurisdicción real a medida que la animosidad hacia él como autoridad religiosa comenzó a crecer.