En la Escuela de Artes y Oficios conoció a quien sería su marido, el arquitecto Walter Loos.
Las primeras publicaciones de sus modelos aparecieron en las revistas Vogue y Harper’s Bazaar.
La pareja realizó frecuentes viajes al Noroeste del país,[4] en donde la diseñadora quedó fascinada con la estética y cultura criolla, que luego volcó en sus creaciones, usando materiales típicos de la zona como los tejidos de barracán,[5] cueros, semillas y cerámicas.
[4] También adoptó la forma del poncho salteño, presente en la mayoría de sus colecciones, por su simplicidad y caída sobre el cuerpo.
[6] Sus diseños apuntaban al desarrollo de la abstracción y la geometría, dialogando con el pasado, lo primitivo, lo folklórico o popular.
[8] Fridl Loos propuso un cambio ya que hasta entonces solo se copiaba modelos de otras partes del mundo.
Para los accesorios, como cinturones y collares, también mostró su talento para emplear materiales poco costosos, trenzado o cromáticamente combinados en una pieza única.
«Nunca me gustaron las alhajas -dijo ella- y prefiero los adornos nativos hechos en madera, semillas, cordones de cuero trenzados».
Ella se hizo diseñar por Fridl el vestuario completo para muchas de sus películas, y todos los trajes para su uso particular.
[24][25] Un sector de la exhibición The Unknown Loos: Walter, que se realizó en Architekturzentrum Wien, en Viena.