[1] En 1809, al estallar la guerra en Austria, Dahlmann, junto con el poeta Heinrich von Kleist, a quien había conocido en Dresde, fue a Bohemia, y luego estuvo con el ejército imperial, hasta la Batalla de Aspern, con el vago objeto de tratar de convertir la guerra austriaca en alemana.
Ya en 1812 fue convocado a Kiel, como sucesor del historiador Dietrich Hermann Hegewisch.
Este nombramiento demostró en dos aspectos un momento decisivo en su carrera; por un lado, le hizo prestar toda su atención a un tema para el que era admirablemente adecuado, pero al que hasta ahora solo le había dado un interés secundario; y por otro lado, lo lanzó a la política.
Además, en el inevitable conflicto con la corona danesa, su punto de vista recto y su patriotismo alemán se confirmaron aún más.
Naturalmente, también, fue elegido para la asamblea nacional en Frankfurt, y tomó una parte principal en los comités constitucionales nombrados primero por la dieta, luego por el parlamento.
Prusia debía proporcionar al emperador, pero al mismo tiempo —y en esto residía la debilidad doctrinaria del sistema— debía renunciar a su existencia separada, consagrada por la historia, de la misma manera que los otros estados.
Aunque tomó poca parte activa en los debates parlamentarios, fue muy activo en las comisiones y en las conferencias del partido, y se debía en gran parte a él que finalmente se desarrolló una constitución alemana, y que Federico Guillermo IV fue elegido emperador hereditario (28 de marzo de 1849).
En consecuencia, fue uno de los diputados que ofreció la corona al rey en Berlín.
Sin embargo, sus últimos años fueron entristecidos por la enfermedad, el duelo y la continua fricción con sus colegas.