En 1736, Crosato regresó a Venecia, donde se inscribió en el gremio de pintores y adquirió notoriedad por su Gloria del Peloponeso, trasladada posteriormente a Viena.
En Venecia pintó al fresco la grandiosa bóveda del salón de baile Ca' Rezzonico, en Padua decoró la iglesia parroquial de Ponte di Brenta y, repartidas por el Véneto, decoró varias villas: Villa Marcello en Levada di Piombino Dese, Villa Torni en Mogliano y Villa Algarotti en Carpenedo.
También fue importante su trabajo como escenógrafo en el Teatro Regio, en colaboración con Gianfrancesco Costa.
Cabe mencionar dos bocetos para el telón (Turín, Galería Sabauda y Museo Cívico) que pueden fecharse en su última etapa piamontesa, hacia 1750; el boceto que realizó junto a Mengozzi Colonna (Turín, Galería Sabauda) para una escena de Siroe, representada en 1750 en el Regio.
Crosato se caracterizó por una escenografía innovadora, sin la pesada cuadratura típica de la Bibiena, y por lo tanto más libre y pictórica, que obtuvo la aprobación e influyó en sus sucesores, como los hermanos Galliari.