Di Cristina, apodado “la tigre’’ (el tigre), nació en una histórica familia mafiosa; su padre Francesco Di Cristina y su abuelo también fueron "hombres de honor".
Cuando la procesión hizo una parada bajo el balcón de Don Giuseppe besó a su hijo Francesco, en frente de toda la procesión, que estaba mirando hacia arriba esperando la señal para continuar.
Entonces, Francesco ‘Don Ciccu’ Di Cristina dio la orden para que continuara la procesión.
Quedó claro en el pueblo que don Ciccu era el nuevo jefe.
Decía: "Un enemigo de todas las injusticias que mostró con palabras y hechos que su mafia no era delincuencia, sino respeto por la ley del honor".
(Società Chimica Mineraria Siciliana), aunque era conocido por la policía como figura mafiosa y hubía sido objeto de medidas policiales especiales.
En su lugar, decidió apoyar a Aristide Gunnella del pequeño Partido Republicano Italiano (PRI).
Una de las primeras cuestiones a las que había que hacer frente fue una oferta del príncipe Junio Valerio Borghese quien pidió apoyo para sus planes en un golpe de Estado neofascista, a cambio de un indulto a mafiosos condenados como Vincenzo Rimi y Luciano Leggio.
Los corleonesi estaban atacando a los aliados de las familias de Palermo en las otras provincias para aislar a los hombres como Stefano Bontate, Salvatore Inzerillo y Gaetano Badalamenti.
El 21 de noviembre de 1977, Di Cristina sobrevivió a un tiroteo, pero sus hombres más leales Giuseppe Di Fede y Carlo Napolitano fueron asesinados por los corleonesi.
Según el oficial de carabineros que lo entrevistó, Di Cristina parecía asustado.
Los corleonesi tenían un grupo secreto de 14 asesinos, y se estaban infiltrando en otras familias mafiosas, según Di Cristina.
También explicó la importancia cada vez mayor de Totò Riina y Bernardo Provenzano.
"Su estrategia criminal, aún con tintes de locura, tiene su recompensa," dijo Di Cristina a los Carabinieri.
De esta manera las sospechas recayeron sobre Inzerillo y Bontate, como Di Cristina ya había anunciado.