El guerra civil abasí de 865-866, a veces conocida también como la Quinta Fitna, fue un conflicto armado que se libró durante la llamada «anarquía de Samarra» entre los califas rivales al-Mustaín y al-Mutaz, que se disputaron el dominio del Califato abasí.
[1] La guerra, que duró aproximadamente un año, consistió fundamentalmente en un asedio prolongado de Bagdad y acabó con al-Mutaz como monarca.
Cuando al-Muntasir murió, los oficiales turcos se reunieron y decidieron entronizar a un primo del difunto, al-Mustaín.
[6] El nuevo califa tuvo que afrontar casi inmediatamente grandes disturbios en Samarra en favor del desheredado al-Mutaz; el ejército sofocó las protestas, pero ambos bandos sufrieron abundantes bajas.
Al-Mustaín, preocupado porque al-Mutaz o al-Muayad pudiesen reclamar el título califal, primero intentó sobornarlos para que desistiesen y luego los aprisionó.
La repetida incapacidad del gobierno para pagar a los soldados y las desavenencias en las filas turcas suponían, sin embargo, amenazas.
Al-Mustaín les prometió que continuaría pagándoles, pero rehusó dejar Bagdad, y junto a Ibn 'Abdallah, se burló de su insolencia.
Seis días más tarde llegó a Ukbara, donde Abú Ahmad dirigió las oraciones en el nombre de al-Mu'tazz.
[17] Para aumentar el número de soldados, Ibn 'Abdallah impuso una leva en Bagdad y pidió voluntarios para servir a al-Mustaín.
[24] Sí escribió a los jefes militares del imperio para que tomasen su partido, y pronto recibió refuerzos.
[28] La estrategia de Abú Ahmad consistió en hostigar continuamente Bagdad, y tomarla bien por asalto o por hambre.
[33] La mayoría de los choques, sin embargo, se libraron en Irak, en especial en torno a Bagdad, donde residía al-Mustaín.
La lid continuó hasta mediada la tarde; los bagdadíes expulsaron finalmente al enemigo de la ciudad, que se retiró a su campamento.
El asalto por oriente también fracasó, repelido por los bagdadíes, si bien los dos bandos sufrieron numerosas bajas en la lucha por la puerta de Shammasia.
Saquearon seguidamente el campamento enemigo y los irregulares empezaron a cortar las cabezas de los caídos en la batalla.
Los de Samarra, sin embargo, se recobraron: Abú Ahmad reagrupó a sus fuerzas y frenó los asaltos enemigos.
[42] Aunque no se conocen intentos de Ibn 'Abdallah por recuperar al-Nahrawan, la ciudad siguió padeciendo a causa del conflicto.
Algunos de los defensores se defendieron, pero pronto emprendieron la fuga, en la que muchos cayeron muertos o fueron apresados por los atacantes.
Sufrieron grandes pérdidas, pero desbarataron a las fuerzas enemigas, muchos de cuyos soldados perecieron en el combate o se ahogaron en el Éufrates.
La caballería huyó, y cuando los oficiales percibieron que habían perdido el control de la situación, también se retiraron.
Huseín huyó en una barca, pero cien de sus hombres perecieron en el combate y otros ciento setenta fueron hechos prisioneros, entre ellos varios oficiales.
A pesar de estas victorias, Abu'l-Saj no estaba contento con sus tropas, por lo que Ibn 'Abdallah le envió nuevos refuerzos.
Estos emprendieron la marcha hacia Jarjaraya el 23 de octubre y en un día llegaron a Madain, al tiempo que un ejército turco.
Ibn 'Abdallah prometió hacerlo para acallar las protestas, y al mismo tiempo envió una oferta de paz a al-Mu'tazz.
[63] Al día siguiente, Ibn 'Abdallah se presentó ante al-Mustaín e intentó persuadirle de que abdicase.
Al principio al-Mustaín rehusó categóricamente, pero cuando los oficiales turcos Wasif y Bugha declararon que compartían la opinión de Ibn 'Abdallah, accedió a hacerlo.
Se enviaron emisarios a Samarra para comunicar las condiciones de la abdicación, que al-Mu'tazz aceptó y confirmó personalmente por escrito.
[69][70] Bagdad fue devastada; los barrios orientales nunca llegaron a recobrarse del todo de los estragos sufridos en la contienda.
[71] La falta de abastos que sufrió su población durante meses desató la inflación y originó una amplia escasez.
Continuó siéndolo hasta el 892, cuando en tiempos del reinado de al-Mutadid la capital se trasladó a Bagdad.