Salazar rechazó entonces cualquier entrevista y marchó al encuentro de la Escuadra Española, que se hallaba surta en el Callao.
Acto seguido, el almirante español Luis Pinzón decretó un bloqueo al puerto del Callao para forzar negociaciones con el gobierno peruano.
Dicho acuerdo, sin embargo, fue rechazado por un mayoritario sector de la ciudadanía peruana, pues lo consideraba muy humillante y contrario a los intereses del país.
Simultáneamente, en Chiclayo (norte del Perú), se sublevó el coronel José Balta, convergiendo igualmente su movimiento revolucionario hacia Lima.
Pero los demás revolucionarios invocaron el respeto a la constitucionalidad y por eso pidieron al segundo vicepresidente del gobierno de Pezet, general Pedro Diez Canseco, que asumiera la presidencia.
Éste aceptó, y desde Ayacucho, Prado se vio obligado a reconocer su autoridad, entregándole el mando del «Ejército Restaurador», el día 24 de junio.
El gobierno chileno contestó declarando la guerra el 24 de septiembre, y para aunar esfuerzos con los peruanos, envió al campamento revolucionario a Benjamín Vicuña Mackenna como su representante.
Triunfante la revolución restauradora, asumió el poder el general Pedro Diez Canseco, quien pronto perdió la popularidad, pues no adoptó decisiones rápidas y drásticas que la ciudadanía reclamaba con respecto al problema con España.