Inicialmente, fue construida para el cónsul francés Jean-Paul Brillouin en Islandia y fue la residencia excluvisva del poeta y hombre de negocios Einar Benediktsson durante muchos años.
Ese fue un gran paso para el final de la Guerra Fría.
La ciudad de Reikiavik compró la casa en 1958, y la restauró.
Desde ese momento, se utilizó para recepciones formales y ocasiones festivas.
[2] Afortunadamente todos los artefactos insustituibles se salvaron.