Le Sidaner se sumió en ese ambiente, acercándose a Lévy-Dhurmer, Aman Jean, Henri Martin y otros «pintores del alma».
En 1894, Le Sidaner regresó a París y renovó sus relaciones con el medio artístico de la capital: "Era el momento del apogeo del movimiento simbolista, con su hostilidad a la mera descripción material y su exaltación de todo lo que fuera sugerencia, ensoñación, misterio.
Le Sidaner se sumió en ese ambiente, acercándose a Lucien Lévy-Dhurmer, Aman Jean, Henri Martin y otros «pintores del alma».
[1] A Le Sidaner finalmente no le sedujo el afán narrativo y literario de simbolistas como Pierre Puvis de Chavannes, sino que se mantuvo fiel al género del paisaje, casi siempre sin figuras.
Se puede hablar de una vuelta tardía a coordenadas impresionistas, una vía que ya estaba siendo arrinconada por el empuje del fauvismo y el cubismo.