Está considerado uno de los mejores documentales argentinos y el director lo donó junto a sus otras películas, al Smithsonian’s Human Studies Film Archive.
Prelorán intenta demostrar que los deseos y aspiraciones del ser humano son básicamente iguales en cualquier lugar de la tierra, esa semejanza es tan fuerte que las diferencias materiales se acaban tornando superficiales y poco importantes.
[2][3] La película es sobre la vida y las actividades de Hermógenes Cayo, un artesano de la Puna jujeña que se desempeñó toda su vida como santero y telero donde pintaba retratos con témperas o tallaba imágenes religiosas en madera, así como el medio en el que vivía.
Luego, Cayo viaja con su hijo a un pueblo cercano para que conozca el tren y la su vuelta pinta los paisajes por donde estuvo.
Visitó varias veces su oratorio construido en medio de la Puna y cada vez descubría algo nuevo.